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COLECCIONISTAS DE MONEDAS

Billetes falsos: guía rápida para identificar falsificaciones de cualquier época

Actualizado 07 Mar, 2024 •reading-time 6-8'
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Existen vendedores faltos de escrúpulos que se aprovechan de los novatos ofreciéndoles a precios exorbitantes «billetes raros y antiguos» que en realidad son reproducciones disponibles por menos de 5 euros. Por ello, y recordando que es muy difícil que exista la falsificación perfecta, en este artículo te contamos los tres factores que todo coleccionista de billetes debe tener en cuenta al adquirir notas bancarias de cualquier época: la calidad del papel, la tinta e impresión, y el diseño.

Recientemente, un colega llamó a la reflexión en un foro de numismática sobre la gran cantidad de facsímiles de billetes antiguos que se están comercializando en redes sociales sin declararse como tales, lo cual supone un riesgo de estafa para los coleccionistas principiantes. Si bien las reproducciones pueden ser una excelente forma de difundir la variedad de notas de banco emitidas por los institutos financieros de un país en el pasado no tan reciente, lo correcto es etiquetarlas y venderlas como tales, de modo que el comprador realice su transacción con pleno conocimiento de lo que está adquiriendo.

Primero: Considerar que se trate de papel moneda, literalmente

Aquí no hablaremos de «papel moneda» como sinónimo de «billete», ya que en su interpretación más literal se trata del soporte donde se crea la nota de banco.

Numismáticos como Carolina Cofré o Víctor Veras señalan que el verdadero papel de billete, hecho de algodón o lino con proporciones o técnicas muy específicas (y casi siempre secretas), se reconoce por su color, brillo y textura, muy característicos en contraposición a los del papel donde se suelen imprimir las reproducciones: normalmente bond o cuché hecho de celulosa.

Es importante recordar también que, al tratarse de dinero con respaldo de la institución que lo produce y no con valor intrínseco, el billete se emite con medidas de seguridad prácticamente desde su origen, ya que debe ganarse la confianza de sus usuarios. Esto incluye un papel hecho con materiales que generalmente no están al alcance de los falsificadores, así como procedimientos más complejos que permiten incluir los mecanismos de autenticidad: filigranas (marcas de agua), hilos o fibrillas de seguridad, etc.

Cabe destacar que el billete antiguo ya llevaba filigranas, las cuales se incluyen durante la fabricación del papel; por ello, una nota «de época» que no las tenga hace saltar las alarmas, ya que la técnica, desarrollada en el siglo XIII, era para el XIX una característica indispensable en la autenticación de documentos valiosos.

Prueba de billete a medio imprimir
Billete de prueba a medio imprimir; aún pueden verse partes del papel moneda en blanco. Fuente: eBay

Pero, si consideramos los aspectos prácticos y no sólo de seguridad, el billete también debe ser resistente al uso, mucho más que las publicaciones hechas en papel ordinario; por ello, la resistencia de los facsímiles y falsificaciones suele ser inferior a la de las notas genuinas, que deben soportar pasar de mano en mano e incluso por máquinas con mucha frecuencia.

Segundo: La técnica y tintas de impresión del billete son reconocibles

No es solo el papel: la tinta y el proceso de impresión de un billete real son difíciles de reproducir. Los pigmentos se fabrican con materiales reservados por las casas de impresión, las cuales también disponen de maquinaria cuya tecnología no está al alcance del falsificador (hablando tanto del siglo XIX como de hoy en día). Por ende, una nota facsímil suele fallar en estos aspectos y, en general, en aquellos que requieren una especialización que no poseen las imprentas locales o clandestinas.

Antiguamente, y hasta en la actualidad, ante la falta de casas de impresión con especificaciones que garanticen la seguridad de los billetes a emitir, el papel moneda se licitaba a compañías especializadas como la American Bank Note, Thomas De La Rue o Waterlow and Sons. Los falsos, en cambio, se fabricaban artesanalmente en papel de menor calidad, y ni hablar de las tintas y procesos de impresión.

Las tintas contemporáneas suelen ser fluorescentes, magnéticas, resistentes a la manipulación y ópticamente variables; todo ello las convierte en mecanismos de autenticidad en sí mismas. Las falsificaciones y reproducciones, en cambio, suelen fallar en estas especificaciones, acertando únicamente, y con suerte, en la tonalidad. Este último es un punto que destaca el numismático Víctor Veras.

No se debe dejar de resaltar que, durante la impresión, son la consistencia y viscosidad de la tinta, así como la cantidad empleada y la presión a la que es sometida sobre el papel moneda, las que originan los relieves que caracterizan a un billete original sin circular, tanto antiguo como actual. Las técnicas de impresión artesanales son incapaces de reproducir los relieves. Un billete «antiguo» sin estos (y sin desgaste que justifique su pérdida) sencillamente no es original.

Tercero: La precisión del diseño es difícil de imitar

El último factor a destacar es la ilustración. Si bien hoy podemos digitalizar imágenes con alta fidelidad, el papel moneda contemporáneo suele estar un paso adelante al contar con elementos que tienden a distorsionarse cuando intentan capturarse, tales como tramas complejas e incluso microtextos.

Actualmente, necesitamos cámaras fotográficas o escáneres de gran potencia para captar esos detalles, pero encontramos obstáculos al intentar reproducirlos. Y aún si contamos con buenas impresoras, carecemos del papel, tintas, máquinas y procedimientos de impresión propios de un billete real. Falsificar es un desafío para el malhechor contemporáneo, y lo era aún más para el del siglo XIX.

Un imitador de entonces tenía que crear, totalmente a mano, planchas de impresión en negativo, por lo que ya de por sí debía dibujar el inverso del billete con la misma calidad artística (algo prácticamente imposible) y trasladarlo al metal con el que luego imprimiría. Naturalmente, el diseño resultante no iba a ser una copia exacta de la nota, como se supone que debía serlo, sino que tendría diferencias, especialmente en los pequeños detalles.

Planchas de impresión de billetes estadounidenses (siglo XIX)
Planchas de impresión de billetes estadounidenses (1863). Fuente: Wikimedia Commons

La clave del éxito: El desconocimiento y la época

Considerando todo lo expuesto, ¿cómo es posible que el falsificador se salga con la suya? La respuesta radica en el desconocimiento de quien recibe el billete, situación que se ve potenciada por la época en que ocurre el fraude.

En primer lugar, debemos hablar del desconocimiento de los mecanismos de seguridad que lleva el papel moneda. Cajeros, comerciantes y nosotros mismos como numismáticos conocemos estos mecanismos y, gracias a la frecuencia con la que los validamos, nos resulta fácil aprender a diferenciar una nota auténtica de una falsa: tenemos el ojo entrenado. Sin embargo, un usuario promedio poco presta atención a estos detalles; es por ello que, en pleno siglo XXI, hay personas que caen en la artimaña.

La situación se complica aún más cuando llevamos este escenario al siglo XIX, ya que el ciudadano común difícilmente tenía experiencia en el uso de billetes como alguien de hoy. Estamos hablando de una época en la que el papel debía ganarse la aceptación de usuarios que llevaban siglos acostumbrados a monedas de valor intrínseco, y los elementos de seguridad no eran tan sofisticados como en la actualidad.

Además, debido a su naturaleza en plena era del patrón oro, el billete existía como comprobante de depósitos presentes en las bóvedas del instituto emisor (de ahí el nombre alternativo: notas de banco), por lo que se trataba de dinero crediticio y no por sí mismo. Su función principal era facilitar grandes transacciones sin necesidad de llevar consigo el metálico, por lo cual no era necesario para las operaciones cotidianas, que seguían haciéndose en plata y con montos pequeños.

No era común emitir papel moneda en denominaciones que estuvieran acuñadas en el numisma del día a día, y no estaba tan presente en las billeteras de la época como lo está hoy en día. Queda claro con un ejemplo: si en aquel entonces una hogaza de pan costaba medio centavo de cobre, ¿qué panadero aceptaría como pago un billete de 20 pesos? Se sobreentiende, por lo tanto, que utilizar notas bancarias era algo excepcional y no la norma.

Reconociendo un falso de época: El billete de 1 peso del Banco de A. Edwards y Cía

No hay mejor manera de reforzar la teoría que con un ejemplo concreto. En las siguientes líneas, se mostrará un billete original emitido por el Banco de A. Edwards y Cía. (Valparaíso, Chile; década de 1870), junto con su correspondiente falsificación de época. Son evidentes las diferencias en la viñeta del tren y los guillochés que enmarcan la denominación de «1 peso», ubicados en la mitad superior del anverso.

El reverso, por otro lado, es más preciso en la nota original que en la copia.

Y no sólo se trata del diseño: el papel y la tinta son claramente diferentes, lo que es notorio a pesar del desgaste.

Recomendaciones a la hora de comprar

En resumen, podemos concluir que se puede distinguir un billete facsímil o falso de uno original por su calidad de papel y tintas, así como por las características de impresión y la precisión del diseño. Es crucial verificar estos aspectos en el ejemplar antes de finalizar cualquier negociación.

Sin embargo, en el contexto del comercio electrónico, puede resultar difícil examinar la pieza físicamente antes de realizar la compra. Por lo tanto, es importante seguir la recomendación de la numismática Carolina Cofré: solicitar (y como vendedor, proporcionar) buenas fotografías y videos del billete, incluyendo imágenes a contraluz, para evaluarlo adecuadamente y tomar una decisión informada.

Además, una buena estrategia para despejar dudas es comparar el billete ofrecido con otro idéntico y original, como se mostró en el ejemplo anterior. Sin embargo, si esto no es posible (ya que es complicado conseguir dos piezas similares, especialmente de época), también es útil revisar otras notas del mismo período, preferiblemente del mismo fabricante, ya que su calidad tiende a ser consistente.

Por último, es esencial recordar la importancia de adquirir catálogos con un registro fotográfico completo. En ausencia de piezas físicas para comparar, una imagen de calidad, seleccionada por expertos en el tema, puede marcar la diferencia en la decisión de compra.

En conclusión, como se suele decir, un coleccionista bien informado vale por mil acumuladores.

Referencias

Cofré, Carolina [Karito Andrea Cofré]. (20 de febrero de 2024). Hay que considerar que son los riesgos al comprar a vendedores no conocidos, si bien se ha visto la venta… [Respuesta a publicación de estado]. Facebook. Referencia.

Cómo Se Hace? (23 de abril de 2023). Cómo Se Fabrica El Dinero? [Proceso En Fábrica] [Archivo de Vídeo]. YouTube. Referencia.

Larreal, Hussein (2010). La emisión notafílica del Banco de Maracaibo como patrimonio cultural de la ciudad [Trabajo especial de grado no publicado]. Universidad Católica Cecilio Acosta. Maracaibo, Venezuela.

Numischile (20 de febrero de 2024). Chile, Banco de A. Edwards, 1 Peso remanente del 2 de Julio de 1877. Numischile. Referencia.

Veras, Víctor [Víctor Alejandro Veras Lemus]. (20 de febrero de 2024). En base a mi experiencia, la diferencia entre billetes o copias de billetes (facsímiles) es muy notoria, visualmente se identifica… [Respuesta a publicación de estado]. Facebook. Referencia.